Nuestra historia

Esta Obra Salesiana, iniciada por el salesiano D. Rómulo Piñol, tuvo unos orígenes muy peculiares. Quien hoy conoce esta Casa, este barrio… difícilmente comprende el salto que ha permitido, desde 1947 hasta hoy, este desarrollo y transformación. 

Pero, dejemos paso a la memoria de los historiadores, que nos dan datos y nombres, para conocer el origen y despegue de esta Obra. Son los diez años primeros: el tiempo de D.Rómulo Piñol, Fundador de esta Obra.

Por el año 1947, la periferia despoblada de Madrid se ceñía sobre el casco urbano más cercana al centro de lo que ahora está. Nuestro –entonces- “barrio de Bilbao”, carente de toda urbanización, era una zona muy pobre, una como segunda periferia, totalmente desatendida.

Las Salesianas acababan de establecerse en la calle Emilio Ferrari: habían abierto unas escuelas elementales. Fue nombrado capellán suyo el joven sacerdote salesiano D. RÓMULO PIÑOL, que vivía en la casa salesiana de la calle Alcalá, 164. D. Rómulo dirigía entonces el ‘Oratorio Festivo’ de las Escuelas Salesianas de Ronda de Atocha.

Desde los tiempos de San Juan Bosco, ha recibido el nombre de ‘Oratorio Festivo’ todo club juvenil , de 8 a 16 años, reunido los domingos y fiestas (de ahí ‘Festivo’) para asistir a una catequesis y oír misa (de ahí ‘Oratorio’) y para divertirse el resto del tiempo. Si esto (catequesis y diversión) se hace todas las tardes, entonces la obra se llama ‘Oratorio Diario’.

Tanto a las salesianas como a D. Rómulo se les ocurrió espontáneamente fundar un ‘Oratorio festivo’ con los niños que vagaban por aquellos contornos. Un domingo del mes de julio de 1 947 comenzó el ‘Oratorio’ con doce niños: todo su haber consistía en dos pequeños balones de goma, regalo de las Salesianas.

D. Rómulo previó enseguida que aquello había de ir en aumento, e invitó a ayudarle, como catequistas, a algunos muchachos del ‘Oratorio’ de Atocha. Se le ofrecieron tres: Narciso Pastor, de 20 años; Santiago Pérez, de 18; Luis Chamizo, de 15 (este último es hoy sacerdote salesiano, que está en misiones). Estos catequistas traían su comida, se pagaban su transporte, y pasaban domingos y festivos en el ‘Oratorio de D. Rómulo’.

En Agosto de ese año se presentó en el Oratorio su primera bienhechora: Doña María Ibarra de Oriol, de la agrupación de Damas Católicas, que subvencionaba las escuelas de las Salesianas. Dio a D.Rómulo un buen donativo, y prometió continuar ayudándole.

En octubre ‘los oratorianos’ eran ochenta. Este grupo crecido tan rápidamente, disciplinado, alegre y juguetón, despertó las simpatías de los señores de oriol, quienes compraron, para uso del Oratorio, un terreno contiguo al de las salesianas, de unos 3600 m2; hubo que allanarlo entre todos, para poder tener un campo de fútbol aceptable.

En Junio de 1948, pudo inaugurarse, en este terreno, un pabellón para clases y salas de recreo.Desde ese verano el Oratorio fue ‘diario’. En Octubre comenzaron las clases, con los niños que acababan de párvulos en las Salesianas. Al principio se carecía de material escolar. Pronto influyeron los bienhechores en el Ministerio de Educación, y llegaron los primeros pupitres, mesas, pizarras, mapas, etc.

El curso 1950-51 comenzó con unos cien alumnos distribuidos en dos aulas. Los maestros fueron dos antiguos alumnos salesianos: D. Pedro Melis y D. Joaquín Ayala. Había también clases nocturnas para adultos.

Dadas las dotes pedagógicas y pastorales de D. Rómulo, era la cosa más natural que, en este oratorio ya organizado, se viviera una intensa vida cristiana, que irradiaba de los niños hacia sus familias.La época era propicia: los seminarios estaban llenos; las Congregaciones religiosas nutrían sus noviciados con un número de vocaciones nunca antes alcanzado; el sentimiento religioso español encontraba, en sus manifestaciones externas (procesiones, misiones, cursillos, peregrinaciones), una entusiasta acogida popular. Fruto de este ambiente fue la vida ejemplar de muchos de estos oratorianos, que emulaban los ejemplos carismáticos que leemos se daban en el Oratorio de Valdocco en los mejores tiempos de Don Bosco.

El 16 de Noviembre de 1950 murió, después de corta enfermedad, el oratoriano Paquito Pulido Vado, de 13 años. D. Rómulo escribió una semblanza de su vida en un folleto que tituló: “Los ángeles nunca mueren”. El recuerdo de este pequeño Domingo Savio perdura todavía en la memoria histórica de esta Casa Salesiana.

Entretanto D. Rómulo había sido nombrado director del Boletín Salesiano de España, y se le habían encomendado otras incumbencias. Debía buscar un vicerrector para el Oratorio, que pudiera vivir en él. La solución se presentó de modo inmejorable. Invitó para que vinieran a ayudarle a su madre y hermano. Su madre, doña Teresa Areste, y su hermano, D. César, hicieron del Oratorio un hogar cariñosamente atendido. Esta providencia daba, a la obra de D. Rómulo, la estabilidad necesaria, junto con el orden y la imprescindible administración, que asegurarían su eficacia y, en su día, su continuidad.

Había que pensar en la continuidad de la obra. Para ello D. Rómulo acudió a Turín, a llevar una memoria de lo hecho al Rector mayor de los Salesianos, D. Pedro Ricaldone. Éste, que recordaba haber comenzado siendo joven una obra similar en un barrio de Sevilla, dio a D. Rómulo la bendición de María Auxiliadora “con las dos manos”, y aprobó sin más los proyectos de D. Rómulo. Y aquí viene la Providencia (ahora con mayúscula) en el momento oportuno.

Pues mientras D. Rómulo estaba en Turín, y él sin saber nada, en un Consejo de Ministros, en el que hubo varios ceses, el Sr. Ministro de Trabajo, Excmo, D. José A. Girón por indicación de los Sres. De oriol, pidió una subvención para la pequeña ‘ciudad de los muchachos’ de D. Rómulo, cuyas características trazó a grandes rasgos; y la obtuvo de tres millones de pesetas: ¡tres millones de los de 1951! D. Rómulo, cuando a su vuelta se enteró, no salía de su asombro: indudablemente tal ayuda económica tuvo que ser la consecuencia inmediata de la doble bendición recibida en Turín…Que estas obras sociales despertaran simpatías, y las Autoridades reconocieran su urgencia, era un fenómeno común entonces. Precisamente, por aquellos mismos años, el P. Flanagan, inauguraba, en los Estados Unidos, un tipo de obra social muy semejante a la de D. Rómulo que tituló ‘Ciudad de los muchachos’, y que el cine comenzó a divulgar pronto por el mundo como ‘Forja de hombres’.

Puestos en el Banco Español de Crédito los tres millones, comenzó D. Rómulo a gestionar la adquisición de terrenos suficientemente amplios en la zona. Y surgieron dificultades sin cuento, como en las películas de enredo: había que optar entre convencer a once propietarios de los terrenos circundantes o aceptar otros, baratos pero lejanos; se debían aunar los criterios opuestos del Ayuntamiento y de la Comisaría de Ordenación Urbana, empeñada en declarar zona verde los terrenos cercanos al oratorio; y hubo que sufrir el ver rechazados los planos por el Ayuntamiento, y desestimado el razonamiento de utilidad pública.D. Rómulo anotó un dato revelador de estas dificultades: tuvo que acudir, en poco tiempo, a la alcaldía ¡62 veces!.

Finalmente, a esta película le llegó su final feliz. Unos 300 metros más arriba del oratorio había un tejar, (propiedad de un industrial de Barcelona; Sr. Trías), una extensión de casi dos hectáreas y media, con dos bajos cobertizos y dos altas chimeneas, donde se fabricaban tejas, ladrillos y adobes. Eran los mismos terrenos que, cuatro años antes, el Sr. Inspector, provincial de los Salesianos en Madrid, D.Modesto Bellido, había aconsejado a D. Rómulo como los mejor situados; pero que entonces no pudieron comprarse por falta de medios.

Se adquirieron los terrenos; el Ayuntamiento aprobó los planos definitivamente; y, para colmo, el Sr. Arquitecto, D. Fernando de Urrutia y Usaola, que se encargó de la obra, renunció al cobro de sus derechos. Continuaba a ojos vistas dando sus copiosos frutos la amplia bendición de María Auxiliadora.D. Octaviano Alonso de Celis, quien, en funciones de Alcalde interino y a instancias de D. José Mª Oriol, había otorgado la ansiada autorización para edificar, indicó a D. Rómulo la urgencia de ‘tirar las cuerdas’ y abrir las fosas, no fuera que la Comisaría se arrepintiera de lo dicho, o su interinidad se acabara, y fallaran todas las bendiciones del Cielo: “también éstas tienen sus límites y sus cauces estrechos”, decía por lo bajo a D. Rómulo con cierto retintín y criterio un tanto racionalista. El día del comienzo de las obras fue el 24 de Febrero de 1953.

El nuevo pabellón de aulas (que estaba donde luego se levantó el actual que da a la calle Santo Domingo Savio) se inauguró el 8 de Diciembre de 1 954. La fiesta fue solemne y a la vez íntima y familiar. En ese mismo día, un grupo de oratorianos que habían cumplido los 18 años de edad, formaron la primera Asociación Local de Antiguos Alumnos.

Por la crónica que ha dejado escrita D. Rómulo, y por testimonio de quienes lo vivieron (D. Luis Chamizo, D. Luis Díez, D. Blas martín, D. Francisco Calleja), podemos reconstruir el ambiente del oratorio de Santo Domingo Savio en su mejor época, que fue precisamente la comenzada, en este solar, en 1954.

Todo el Oratorio era un trabajo continuo de colmena: desde hora temprana hasta noche avanzada. En él colaboraban por igual chicos y grandes. Los mismos oratorianos se encargaban de la limpieza diaria de sus propios locales: cada patrulla tomaba a su cargo atender un menester de la CASA. Por las tardes acudían los oratorianos mayores, a la vuelta del trabajo, para ayudar en cualquier tarea: blanquear las paredes, reparar muebles, arreglar luces, cristales, desperfectos de fontanería, pintar decorados para el abundante consumo de piezas teatrales. Algunos, como el Sr. Blázquez, cocinero profesional, se tomaban sus vacaciones estivales de modo que coincidieran con el mes de colonias que el Oratorio tenía en ‘El Ranchito’, camino de Rivas a once kilómetros de Madrid, para prestar gratuitamente su trabajo de cocinero de la colonia o de jefe de patrullas.

Las diversiones, además de los deportes y excursiones a sitios no lejanos de Madrid, consistían en funciones de teatro para los oratorianos y sus familias. Había cuatro compañías, que preparaban independientemente sus obras. Con alguna frecuencia salían a representarlas en otros sitios.

El día central, en el que se celebraba el día del Oratorio, era el 15 de Agosto (día de la Asunción),con verbena y teatro al aire libre. En ese día, muchas de las familias unían sus fiestas íntimas a la del oratorio, y las celebraban aquí. De la afluencia a esta fiesta podemos juzgar por el dato que señala D. Rómulo en su crónica del año 1 954: en ese día acudieron a la Verbena del Oratorio más de tres mil personas.

No era necesario reglamento alguno, ni tampoco había que recurrir a sanciones: cualquier mal comportamiento habría chocado con la repulsa de todos. No había más obligaciones que las de la buena convivencia. Las clases (en un principio se daban sólo por las mañanas) eran recibidas con verdadero deseo de aprender.

Dado el ambiente familiar reinante, tampoco era necesario obligar a frecuentar las prácticas de religión. La asistencia a misa era libre y masiva. Se cumplía literalmente el célebre dicho de san Agustín:“donde hay amor, no hay ningún trabajo; y si hay algún trabajo, se lo ama”. En cierta ocasión el Consejo de Dirección del Oratorio determinó imponer una sanción a unos cuantos chicos un tanto revoltosos: la sanción consistió en decirles que se tomaran vacaciones durante todo el mes de Agosto.Enterados sus padres, no aguantaron tan terrible golpe, y, confusos, vinieron a D. Rómulo a rogarle que cambiara el castigo a sus hijos por otro menos duro.Dado este ambiente, nada extraño era que visitaran esta pequeña ‘ciudad’ personas de todamentalidad y condición, preferentemente padres de familia profundamente cristianos, con sus hijos, para que aprendieran éstos qué es convivencia, compañerismo, educación y trabajo, y en qué consiste la auténtica aristocracia: la de los nobles sentimientos de unos para con otros. Así el entonces Ministro de Educación, Ecmo. Sr. D. Joaquín Ruiz Jiménez, vino acompañado de su familia, para que sus hijos vieran este espectáculo. A la semana siguiente, recibía a D. Rómulo en su despacho oficial, le daba una subvención, y le rogaba le enviara un presupuesto completo para dotar de maquinaria a los talleres.

Nos complace y hasta nos emociona ofrecer la estampa del que fue indiscutible apóstol de esta zona, tan escasa y pobremente poblada en 1947.
Era entonces un sacerdote joven para una Obra nueva; por hacer, mejor. Su sencillez y simpatía, su inquietud social, su actividad constante y varia de publicista, pedagogo y misionero, le ganaron por estos pagos nombre y prestigio de leyenda. D.Rómulo.
Su nombre, con abolengo de fundador, nos resultará siempre familiar, y su recuerdo palpita en toda el área de este solar en cultivo, que él fue ganando, tan afanosamente, palmo a palmo.

La madre y el hermano 

La Congregación salesiana tuvo en sus comienzos un singular estilo familiar que ha procurado no desmentir con el paso del tiempo.
La presencia de Mamá margarita, madre de Don Bosco, y su acción, hicieron del Primer oratorio una verdadera familia para los que no tenían otra.
D. Rómulo y su madre, Dª Teresa, conmovedora ama de casa, bondadosa, discreta, sacrificada, y D. César, su otro hijo, salesiano sin votos, abnegado colaborador, callado, incansable, hacían de esta naciente Obra un trasunto del oratorio de Don Bosco, surgido al cabo de un siglo en esta última esquina del Madrid de hace varios lustros.

Al lado de D. Rómulo y en la protohistoria del Oratorio, es de rigor, por más que su modestia se resista, citar los nombres de personas que le alentaron con su simpatía y con su ayuda positiva, cuando los oscuros comienzos de la Obra no llegaban a atraer la atención de todos.

Personas sensibles a los problemas sociales y a la caridad, acogieron con interés el proyecto de D. Rómulo, lo impulsaron y contribuyeron con su prestigio y posición social a facilitar gestiones obligadas y allanar esas dificultades que encuentran todas las empresas de mérito, particularmente si son de Dios.D. José Oriol, Sres. De Urrutia, Marqueses de Perinat, Junta de Sras. de Escuelas Católicas… forman con otros un elenco de nombres inolvidables.

A ellos se les puede muy bien aplicar lo que decía el Papa León XIII al primer congreso de Cooperadores Salesianos, cuando todavía no estaba tan meticulosamente matizada la diferencia entre ‘Cooperador’ y ‘Bienhechor’: “Todo aquel que con su ayuda y con su trabajo favorece las empresas y trabajos de la Familia Salesiana, se convierte de una manera resplandeciente en benemérito de la religión y de la sociedad civil”.

Junto a D. Rómulo, y su madre y hermano, pusieron el hombro muchos colaboradores. En un primer momento contó con tres jóvenes catequistas del Oratorio de Atocha: Narciso Pástor, Santiago Pérez y Luis Chamizo.

Pronto, como maestros contó con dos valiosos colaboradores: D.Pedro Melis y D. Joaquín Ayala, antiguos alumnos salesianos, que junto con D. Rómulo y su hermano, D. César, fueron el motor y cimiento de esta Obra.

Paquito Pulido

Paquito Pulido

A los tres años de comenzado el oratorio, el Señor escogió para el Cielo la mejor flor: el niño Paquito Pulido, de 13 años, que se preparaba conscientemente para catequista. Por sus compañeros fue considerado como el Domingo Savio del Oratorio.